Un clamor de justicia resuena en la Rotonda de la Tablada, donde familiares y vecinos se han congregado para exigir respuestas tras el brutal asesinato de Brenda y Morena, dos jóvenes que perdieron la vida en circunstancias desgarradoras. Antonio, el abuelo de las víctimas, comparte su profundo dolor y la devastación que ha golpeado a su familia. “Estamos destrozados, no encontramos consuelo”, expresa con la voz entrecortada, mientras la comunidad se une en una vigilia llena de angustia y desesperación.
Las autopsias revelan un panorama aterrador, sugiriendo conexiones con el narcotráfico, un mundo que, según Antonio, nunca imaginó que sus nietas pudieran tocar. “No eran viudas negras. Vivían en condiciones difíciles, no tenían nada”, aclara, desmintiendo rumores que ensucian la memoria de las chicas. La indignación se mezcla con el miedo, ya que la violencia parece no tener fin; en medio de esta tragedia, se reporta un ataque armado en la casa de la abuela de otra víctima, Lara, aumentando la tensión en el barrio.
La incertidumbre es abrumadora. Antonio revela que no hay respuestas claras sobre quiénes son los responsables de este horror, pero la comunidad se aferra a la esperanza de que la justicia prevalezca. “No podemos quedarnos de brazos cruzados”, afirma, mientras los presentes levantan velas y pancartas, clamando por un cambio. La lucha por la verdad y la justicia apenas comienza, y el eco de sus voces resuena con fuerza en cada rincón, recordando que detrás de cada nombre hay una historia, un sueño truncado, una vida que debería seguir. La comunidad no se detendrá hasta que se haga justicia.