El gendarme Héctor Jesús Guerrero ha admitido haber disparado a Pablo Grillo en un brutal incidente que ha conmocionado a la sociedad argentina. Durante una manifestación por los derechos de los jubilados el 12 de marzo, Guerrero disparó una posta de gas lacrimógeno a la cabeza de Grillo, quien ahora se encuentra en un delicado estado de salud, debatiéndose entre la vida y la muerte.
En su declaración, Guerrero intentó justificar sus acciones, alegando que no tenía una visión clara debido al humo y al agua del hidrante. Sin embargo, sus contradicciones fueron evidentes: primero afirmó que no veía bien y luego aseguró que disparó a “lugares seguros”. Esta inconsistencia ha generado indignación y cuestionamientos sobre su culpabilidad. La declaración fue breve y vacía de sustento, y su defensa parece más un intento desesperado que una argumentación sólida.
El gendarme llegó a la audiencia bajo un fuerte dispositivo de seguridad, tratando de eludir a los medios, pero el trabajo de fotoperiodistas logró captar su imagen por primera vez. Las autoridades están bajo presión para actuar, y se espera que Guerrero sea procesado en los próximos días, dado que su defensa no ha presentado pruebas que respalden su inocencia.
La situación es crítica, y la comunidad exige justicia. Pablo Grillo es un símbolo de la lucha por los derechos humanos, y este caso pone en tela de juicio la actuación de las fuerzas de seguridad en manifestaciones. La indignación crece, y el clamor por respuestas se intensifica. La sociedad está atenta a cómo se desarrollarán los acontecimientos en este escabroso caso que podría marcar un precedente en el uso de la fuerza por parte de las autoridades.