A esta hora, la tensión en el Congreso argentino alcanza niveles críticos. Según fuentes internas, los dos tercios necesarios para insistir en las leyes que enfrentan los vetos del gobierno de Javier Milei están a la vista, pero la situación es volátil. La presión se intensifica mientras el gobierno moviliza esfuerzos desesperados para cambiar votos que podrían dejarlo en una posición aún más precaria.
Los legisladores se preparan para una jornada decisiva, donde no solo se votarán las leyes vetadas, sino que se anticipan derrotas significativas en votaciones por mayoría simple que obligarán al gobierno a rendir cuentas. La incertidumbre es palpable, y muchos diputados que antes apoyaban al gobierno ahora consideran cambiar de bando, impulsados por la cercanía de las elecciones y el descontento generalizado.
El veto al presupuesto universitario podría ser el único salvavidas para Milei en esta tormenta política. Sin embargo, los números no parecen favorecerlo. La desconfianza crece entre los aliados, y el establishment comienza a replantearse su estrategia ante el descontento popular y la erosión de instituciones clave que afectan incluso a las grandes empresas.
Fuera del Congreso, la presión de la multitud se siente. La cantidad de manifestantes puede influir en las decisiones de los diputados, aunque algunos parecen inmunes a las demandas del pueblo. La lucha por el futuro del país se intensifica en un clima de incertidumbre, donde cada voto cuenta y el tiempo se agota. A esta hora, el desenlace es incierto, pero las repercusiones de esta jornada resonarán en la política argentina por mucho tiempo.