Cacerolazos estallan en CABA tras la cadena nacional de Milei, desatando una ola de descontento en la ciudad. Miles de ciudadanos, de todos los barrios y clases sociales, han salido a las calles con sus cacerolas en mano, resonando un mensaje claro: ¡Ya no te cree nadie! La protesta se intensificó en lugares emblemáticos como La Boca, Palermo, y el Congreso, donde el eco de las cacerolas se mezcla con el clamor de un pueblo frustrado.
Mientras el gobierno celebra el rating de la cadena nacional, con cifras que alcanzan los 30 puntos, los ciudadanos demuestran que su atención no se traduce en aprobación. La indignación es palpable, y el contraste entre la celebración oficial y el descontento popular es abismal. A medida que las cacerolas suenan en Lugano, Caballito y Chacarita, se evidencia que la paciencia de la ciudadanía se ha agotado.
Las imágenes de la protesta son impactantes: miles de personas unidas en la resistencia, desafiando a un gobierno que parece desconectado de la realidad. En cada rincón de la ciudad, desde San Telmo hasta Plaza Italia, el mensaje es contundente: la gente está cansada de promesas vacías y exige respuestas.
Este cacerolazo no es solo un ruido; es un grito de desesperación y de lucha por un futuro mejor. La pregunta que queda en el aire es si el gobierno escuchará el clamor de su pueblo o continuará en su burbuja de celebraciones. La tensión en el aire es innegable, y la situación se torna cada vez más crítica. La ciudadanía ha hablado, y lo ha hecho con fuerza.