La creciente tensión entre Israel e Irán ha puesto de relieve las limitaciones de China en el contexto de Oriente Medio. Beijing ha tomado una postura clara al condenar los ataques aéreos israelíes y al declarar su apoyo a Irán, posicionándose como un mediador en el conflicto. El ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, calificó las acciones de Israel como “inaceptables” y aseguró que su país está preparado para ayudar a Teherán a salvaguardar la seguridad de su población y defender su soberanía.
El presidente chino, Xi Jinping, también expresó su preocupación por las operaciones israelíes, subrayando que “ningún país debe violar la soberanía de otro” y que la escalada de la violencia debe evitarse. En una conversación reciente con el presidente ruso, Vladimir Putin, ambos líderes condenaron las acciones de Israel y abogaron por una desescalada, enfatizando que la resolución del conflicto no puede lograrse mediante la fuerza, sino a través de medios políticos y diplomáticos.
China tiene intereses estratégicos en la región, siendo un importante comprador de petróleo iraní, del cual más del 90% se destina a su mercado. Cualquier conflicto que interrumpa el tránsito por el estrecho de Ormuz, una vía crucial para el transporte de petróleo, podría amenazar las suministros energéticos de China y afectar su economía, que ya enfrenta un desaceleramiento.
Sin embargo, a pesar de sus declaraciones de apoyo, la capacidad de China para ofrecer asistencia tangible a Irán es limitada. Desde 2005, Beijing no ha vendido armamento significativo a Teherán, ya que tales ventas podrían desencadenar sanciones que aislarían a China de los mercados globales. Aunque China se presenta como un mediador, su influencia en el conflicto es restringida y su oferta de mediación carece de peso real, lo que plantea dudas sobre su efectividad en la búsqueda de una solución pacífica.